Diversidad, biología, evolución, ecología, pesca, conservación, evolución, con especial atención a las especies presentes en Galicia.

sábado, 31 de enero de 2015

El misterio del tiburón cocodrilo

Tiburón cocodrilo (Pseudocarcharias kamoharai) capturado en Angola (foto: Santiago Barreiro, Jueguen).

A éste no lo tenemos en Galicia, pero no importa. Merece la pena conocerlo; os aseguro que es uno de los tiburones más simpáticos, encantadores y puñeteros que quepa imaginar. Ya veréis.

La multinacional estadounidense American Telephone and Telegraph (AT&T) experimenta en Canarias, por primera vez en la historia, en colaboración con la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), un cable submarino de fibra óptica, el Optican. La AT&T pretende, de esta manera, competir con la industria de los satélites en la recta final de la carrera por el dominio de las comunicaciones del año 2000.
(El País, 28 de septiembre de 1985).

Tras el acuerdo de colaboración con la CTNE firmado dos años antes, en septiembre de 1985 la AT&T instalaba entre Gran Canaria y Tenerife su revolucionario cable de fibra óptica Optican-1 con capacidad para 7680 canales de 64 kbp. Era el primer cable de estas características que se tendía en aguas profundas en todo el mundo. La fibra óptica se estaba consolidando como el medio del futuro para la transmisión de comunicaciones tanto por la potencia y calidad de las transmisiones como por su precio en comparación con los sistemas de cable coaxial.

Canarias era el lugar idóneo para el test: ofrecía dos puntos con alta densidad de población y, por tanto, con una elevada demanda de comunicaciones, separados por un tramo corto pero profundo de océano: alrededor de 100 km con cotas superiores a los 3000 m.

Fig. 1. Localización de los ataques y de las 5 catas.
Fuente: Louis Marras, 1989¹
Cuando el Long Lines, uno de los mayores cableros del mundo, terminó el tendido de los 125 km de cable, los problemas apenas tardaron un mes en aparecer. El 17 de octubre los monitores avisaron de un fallo de transmisión a unos 10 km de Tenerife, en torno a los 1000 m de profundidad. Fallos similares se produjeron el 31 de enero y el 13 de marzo de 1986 y el 2 de abril de 1987. Los técnicos de la AT&T estaban desconcertados, pues en todos los casos la causa habían sido las mordeduras de tiburón. Los dientes clavados en la cubierta de poliuretano de los tramos de cable dañados no dejaban lugar a dudas. Por extraño que parezca, nunca antes se les había presentado este problema a lo largo de los miles y miles de kilómetros de cable submarino que la compañía ya llevaba instalados en todo el mundo.

La cosa era grave. Por un lado estaban los costes de cada reparación, que no eran precisamente menores incluso para la poderosa AT&T: fletar un cablero, levantar el cable y sustituir el tramo dañado... Un mínimo de 250 000 dólares de entonces para un trabajo que podía demorarse una semana o más dependiendo del tiempo, el estado de la mar y la profundidad. Por el otro, tras este test la compañía tenía previsto unir las dos orillas del Atlántico con el cable de fibra óptica TAT-8, un proyecto que debía estar completado para finales de 1988, entre otros planes similares en otros puntos del planeta.

Mandíbulas del tiburón cocodrilo (fuente: R. Meléndez, S. López & E. Yáñez, Investigaciones marinas, 2006²).
Ante esta perspectiva, la AT&T no escatimó esfuerzos y puso en marcha un riguroso programa para evaluar el problema en todas sus dimensiones. Básicamente, se trataba de identificar al culpable o culpables, explicar por qué lo hacían y determinar en qué zonas y a qué profundidades actuaban preferentemente; y sobre estos datos elaborar la estrategia más idónea para evitar que, en lo venidero, los tiburones continuasen destrozando sus cables de fibra óptica, así como su credibilidad y fiabilidad a ojos de accionistas e inversores comprometiendo sus planes de crecimiento.

La segunda cuestión parecía, en principio, la más sencilla de resolver. Estudios in situ con el Optican-1 habían demostrado que los estímulos visuales, acústicos y químicos carecían del más mínimo interés para un tiburón, por lo que se pensó que con toda probabilidad era el campo eléctrico generado por los cables el que habría atraído a los tiburones y desencadenado los ataques. Sin embargo, los diversos experimentos llevados a cabo no aportaron, desgraciadamente, resultados concluyentes. Probaron a tender un tramo del mismo tipo de cable a 800 m de profundidad en las Bermudas, con cebo y todo, durante 72 horas; luego hicieron pruebas en dos tanques con pintarrojas reticuladas (Scyliorhinus retifer) del Marinelife Acuarium de Mystic, Connecticut; más tarde lo mismo en dos tanques del Mote Marine Laboratory de Sarasota, Florida, que contenían tiburones limón (Negaprion brevirostris) recién capturados. Resultado: nada concreto a lo que agarrarse. Primer problema para los expertos de la AT&T.
Fig. 2. Optican-1

En cuanto a la primera cuestión, la identidad del saboteador o saboteadores, el examen de las más de cincuenta piezas dentarias recuperadas trajo una pequeña gran sorpresa. Dos dientes presentaban una cúspide plana de bordes aserrados que con toda seguridad pertenecían a un carcharhínido, probablemente un jaquetón de ley (Carcharhinus longimanus). Los restantes tenían una cúspide cónica, más o menos fina, alargada y muy afilada; algunos tal vez eran de tiburón duende (Mitsukurina owstoni), pero la gran mayoría correspondían a un pequeño bicho tan extraño e insólito como poco conocido, el tiburón cocodrilo (Pseudocarcharias kamoharai).
     El carcharhínido enseguida quedó libre de toda culpa. Sus dientes se habían encontrado en una parte del cable próxima a Gran Canaria donde no se había producido fallo alguno, seguramente se habían desprendido en un único mordisco. Aparte, el rango batimétrico de especies como el longimanus raras veces va más allá de los 200 m, y los fallos se habían producido a profundidades bastante superiores. Todo ello dejaba un único culpable: el Pseudocarcharias. Segundo problema, y no precisamente el menos importante.

 
Foto: raulsinho r, tomada de FishBase.

El tiburón cocodrilo no es una especie de hábitos bentónicos, sino mesopelágica. Suele vivir lejos de la costa, desde la superficie hasta posiblemente más abajo de los 600 m (sus grandes ojos delatan que es un depredador adaptado a la penumbra). Es un potente nadador que con toda probabilidad realiza migraciones verticales, como muchas especies de aguas profundas. Así pues, lo primero que se pensó fue que los ataques habían ocurrido mientras bajaban el cable, en aguas intermedias, y que el fallo de transmisión se habría producido tiempo después debido al rápido deterioro de la cubierta. Pero las pruebas realizadas con cable dañado y sumergido en un entorno controlado descartaron esta posibilidad. Ya solo quedaba una opción: los tiburones se habían dedicado a pegar mordiscos en tramos de cable que habían quedado suspendidos por encima del fondo, sobre alguna roca, grieta o cualquier otro accidente del relieve; y probablemente no había habido un único factor desencadenante de los ataques, sino varios: el campo electromagnético, las vibraciones del cable tensionado entre dos puntos... Difícil decidirse.
Fig. 3. Cable FBP.

La único que tenían bien claro los expertos de la AT&T era que tanto el Optican-1 como los siguientes prototipos para aguas profundas debían llevar una protección extra contra las mordeduras de tiburón. Y tras dar unas cuantas vueltas a unas cuantas posibilidades, optaron por un sistema de doble capa de lámina de acero (véase fig. 3). Pero esto planteaba un tercer problema: multiplicaba sobremanera el coste del producto, era inviable reforzar la totalidad de un tendido que podía llegar a tener varios miles de kilómetros (recordemos que la mirada de la AT&T estaba centrada en el inminente proyecto del cable transatlántico TAT-8, el Optican-1 no era más que un ensayo). Se imponía investigar qué tramos debían llevar necesariamente esa protección extra y cuáles no. Con los datos en la mano, quedaban eliminados los que se encontraban en aguas de la plataforma, que no habían sido objeto de ataques... pero quedaba el talud... y todo lo demás. Casi nada.

Hacia finales de 1986 la AT&T organizó una expedición de nueve semanas con un equipo internacional de biólogos marinos para muestrear tanto el recorrido del Optican-1 como la zona de la dorsal Atlántica por donde pasaría el TAT-8, que aproximadamente quedaba a la altura de las Islas Británicas. Como os podéis imaginar, el objetivo era averiguar qué especies potencialmente "dañinas" había en cada zona y a qué profundidades se encontraban preferentemente. Y aquí tenéis el resultado:
Fuente: Louis Marras, IEEE Journal of Oceanic Engineering, 1989.
En Canarias se realizaron cinco catas (números 1-C al 5-C, cuya localización encontraréis arriba en la figura 1) en las que se capturaron un total de 175 tiburones pertenecientes a ocho especies distintas: pailonas (Centroscymnus coelolepis), viseras (posiblemente Deania calcea), quelvachos (Centrophorus granulosus), tollos raspa (Etmopterus princeps), negras (Dalatias licha), dos musolones (Pseudotriakis microdon) uno de ellos cuyo contenido estomacal incluía una pera, patatas cocidas, una lata de refresco portuguesa y un paquete de tabaco, cañabotas (Hexanchus griseus), y un bicho que podía ser un tiburón de Groenlandia (Somniosus microcephalus), o quizá un dormilón (Somniosus rostratus), el único tiburón capturado en la franja de los 3000 m... Tiburones cocodrilo, ¡ni uno!
      En la dorsal atlántica fueron cuatro catas con un resultado un poco más pobre: una pailona, un tiburón de Groenlandia y un quelvacho, éste en torno a los 3100 m. Por supuesto, ningún cocodrilo, como era de esperar, dado que su distribución no llega hasta esas latitudes.

Foto: PIRO-NOAA, tomada de Wikipedia.

Como se ve, la mayoría de las capturas se realizaron en una amplia extensión vertical comprendida entre los 500 m y los 2500 m, seguramente más amplia de lo deseable para la AT&T. Algunas especies podían considerarse saboteadores en potencia, si bien el culpable de verdad logró escapar sin dejar rastro, quizá junto con quién sabe qué otros compinches no identificados. La recomendación de los expertos fue tender el cable reforzado el denominado cable FBP, 'fishbite-protected'en los tramos del talud americano y europeo comprendidos entre los 1000 y los 2600 m, pues tanto en las llanuras abisales como en los primeros centenares de metros desde la superficie, el peligro de ataques era muy reducido y, en todo caso, el coste de una eventual reparación compensaba con creces la elevadísima inversión en muchos kilómetros de cable FBP.

Y aquí termina la historia. La conexión atlántica a través del TAT-8 se inauguró en diciembre de 1988, como estaba previsto, y se mantuvo en servicio hasta el año 2002, parece ser que sin contratiempos. 

Por lo que respecta a los tiburones, podemos extraer dos notas positivas de todo esto. La primera es que gracias a la expedición patrocinada por la AT&T los científicos pudieron comprobar que en las Canarias los tiburones de aguas profundas eran más numerosos y variados de lo que se creía, además de demostrarse que probablemente la distribución del tiburón de Groenlandia llegaba hasta zonas tan meridionales como el norte de África. La compañía tuvo el buen gusto de entregar los ejemplares capturados a diversos organismos científicos para su estudio y catalogación, ampliando así nuestro campo de conocimiento.
      La segunda es una apreciación de índole personal: constatar lo reconfortante que resulta saber que un minúsculo y puñetero bicho todavía es capaz de poner en jaque a toda una moderna, eficiente y todopoderosa multinacional.

Definitivamente, el tiburón cocodrilo es un bicho la mar de simpático; es imposible que pueda caerle mal a nadie.

Foto: NOAA Observer Program.

Pero no perdamos la perspectiva. Por muy encantador que nos resulte, debemos agradecer a los dioses que el Pseudocarcharias kamoharai no suela sobrepasar el metro de longitud, porque es uno de los tiburones más feroces y obstinados que existen, mucho más que su cinematográfico primo, el tiburón blanco, con el que guarda cierto parecido (no en vano pertenecen al mismo orden, Lamniformes). Dicen que en Cape Point, Sudáfrica, una vez lograron capturar un ejemplar solo porque había saltado fuera del agua persiguiendo el cebo. Es un bicho extraordinariamente combativo y voraz, incluso desde antes de nacer: dentro del útero de su mamá no solo practica la oofagia, sino también, según se cree, el canibalismo intrauterino con sus hermanos y hermanas (son ovíparos aplacentarios), dando lugar a camadas reducidas de alrededor de cuatro crías. El hecho de que no se acaben matando entre ellas hasta quedar una sola por útero es para algunos un auténtico misterio. 
      Única especie de su familia, Pseudocarchariidae, el nombre parece ser la traducción del japonés Mizu-wani, que viene siendo algo así como 'cocodrilo de agua', tal vez debido a sus dientes largos y prominentes y quizá también porque al ser capturados se revuelven y lanzan dentelladas a diestro y siniestro produciendo un característico chasquido como el de aquellos reptiles. Quién sabe. Por si acaso, que se queden donde están y no les dé por acercarse a tierra a morder bañistas.

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¹Roberto Meléndez, Sebastián López & Eleuterio Yáñez (2006). "Nuevos antecedentes de Pseudocarcharias kamoharai (Matsubara, 1936) (Chondrichthyes: Lamniformes: Pseudocarchariidae) off Northern Chile". Investigaciones Marinas, vol. 34, nº 2.
²Louis Marra (1989). "Sharkbite on the SL Submarine Lightwave Cable System: History, Causes, and Resolution". IEEE Journal of Oceanic Engineering, vol. 14, nº 3.

viernes, 23 de enero de 2015

Bioluminiscencia I: Los fotóforos

Negrito (Etmopterus spinax). Foto: Rudolf Svensen.

La bioluminiscencia es la generación de luz visible de forma natural (aquí no hay pilas) por parte de un organismo vivo. En tierra tenemos el ejemplo de las maravillosas luciérnagas; en el mar, además de los dinoflagelados responsables del mar de ardora, la lista incluye diversas especies de medusas, cefalópodos, crustáceos y teleósteos... y por supuesto, tiburones, y además en un lugar destacado.
Al menos el 10% de todos los tiburones conocidos poseen órganos bioluminiscentes.

miércoles, 14 de enero de 2015

Tiburón anguila en O Grove

Chlamydoselachus anguineus en la lonja de O Grove. Foto: Toño Maño.

"Tengo un Chlamydoselachus en O Grove, voy esta tarde a por él, si quieres venir llámame."
(SMS recibido el pasado viernes 9 a las 11:55)
Y me quedé paralizado, con el móvil en la mano, plantado como un poste en mitad del pasillo del instituto durante unos pocos segundos que parecieron minutos, la mirada fija en la pantalla, impactado por una mezcla de sensaciones difícil de describir: sorpresa, alegría, emoción, nerviosismo, inquietud... Ese condicional "si quieres venir" era del todo innecesario.

sábado, 3 de enero de 2015

Resumen del 2014


Así como quien no quiere la cosa, Tiburones en Galicia ha cumplido ya tres añitos. Se le ve más alto y guapo (yo creo, aunque tal vez esto sea pasión de padre), y gracias al apoyo de cada vez más amigos y lectores, amenaza con seguir creciendo.

Durante el 2014 publicamos un total de 43 artículos, cinco menos que durante el 2013 (difícil seguir ese ritmo), pero uno más que en 2012. Como siempre, la elección de los temas vino dictada por el capricho personal, el azar y la actualidad, suponiendo que no exista algún tipo de nexo entre estos dos últimos... y, bien mirado, también entre los dos primeros. Y por supuesto también por la tradición, aunque claramente condicionada por la actualidad: como hoy, comenzamos el año con un resumen del anterior ("Resumen del 2013"), al mes siguiente recogíamos las estadísticas de ataques de tiburón ocurridos durante el año anterior ("Ataques 2013"), y unos días más tarde resumíamos las cifras oficiales de desembarco de tiburones publicadas por la Autoridad Portuaria de Vigo ("Lonja de Vigo: Estadísticas 2013"), tal como tenemos previsto hacer también en este 2015.

El capricho y el divertimento personal están detrás de un puñado de posts dedicados a analizar un modelo de comportamiento que nunca deja de asombrarnos, los saltos fuera del agua: "El salto del brevipinna", "El salto del ditropis", "El salto del oxyrinchus" y "El salto del vulpinus"; o el puro placer de comentar la extraordinaria e insólita fotografía de un tiburón blanco en el momento de perder uno de sus dientes ("Un diente entre 50 000"). Al comportamiento en sentido estricto dedicamos un solo artículo donde resumíamos las conclusiones de un estudio que demostraba como la  personalidad individual de un tiburón puede llegar a condicionar de algún modo su comportamiento social ("Tiburones con personalidad"). 

Tres artículos tuvieron como protagonistas, no a tres tiburones, sino a tres personas: una de ellas porque nos acababa de dejar ("De cuando Suárez vino a pescar tintoreras"); las otras dos por algún tipo de aniversario: aprovechando el centenario de la creación del Instituto Español de Oceanografía, hablamos de su fundador a través de una pequeña anécdota con un tiburón peregrino y dos infantes de España ("Odón de Buen y un peregrino"); y recordamos al pionero del estudio de los tiburones en nuestro país al cumplirse 10 años de su muerte ("En recuerdo de J. A. Moreno"). La casualidad (o acaso la Historia) quiso que los tres compartiesen un rasgo con el que este país premia a todo aquel súbdito que haya destacado en algo: el olvido, en vida y en la muerte. Curioso, a que si.

Volviendo a los tiburones, no hay duda de que el asunto más importante y urgente es el de la problemática de su conservación y de la gestión de los recursos pesqueros. En este sentido, el 2014 fue, para variar, un revoltijo de contradicciones y de buenas y malas noticias: por un lado, conocimos el acuerdo para crear un fondo de más de 6000 millones de euros destinados a financiar la pesca a gran escala ("Nuevo Fondo Europeo para la Pesca 2014-2020"), y, por otro, la aprobación de medidas de protección por parte de la CMS, la UE y la NEAFC, siempre con un regusto amargo ("Dos buenas noticias y media"). Detrás, el terrible dato de que el 25% de los elasmobranquios del océano se encuentra en grave peligro, según el tremendo informe del Shark Specialist Group de la IUCN ("En peligro la cuarta parte de los tiburones y rayas del mundo"). Las causas ya las sabéis: la sobrepesca y el comercio de aleta, el finning y la contaminación. Sobre esto último, si el presente es de espanto, el futuro no es precisamente esperanzador: la creciente acidificación del océano va a afectar el comportamiento y capacidad olfativa de los tiburones ("Acidificación y supervivencia"). Del finning nos ocupamos en "Finning en Bentota (Sri Lanka)", traducción de un artículo de Marco Ferrarese publicado en Roads & Kingdoms.
Por lo que respecta al tema de la estadística y el cálculo poblacional, parece que en algunos casos los científicos no se ponen de acuerdo. Nos hemos encontrado  con un curioso trabajo que multiplicaba por 10 el cómputo de tiburones blancos realizado tan solo 3 años antes, en 2011 ("200 o 2000 tiburones blancos en California").

Tintorera (Prionace glauca). Foto: Isaías Cruz.
Este año publicamos ocho monográficos sobre las especies presentes en aguas de Galicia, y ya solo nos quedan 20 para completar la lista [véase Tiburones de Galicia]. Por orden de aparición:
  • Visera áspera (Deania hystricosa).
  • Pailona (Centroscymnus coelolepis).
  • Olayo (Galeus melastomus).
  • Jaquetón de Milberto (Carcharhinus plumbeus).
  • Zorro negro (Alopias superciliosus).
  • Pejegato narizón (Apristurus melanoasper).
  • Tiburón de Groenlandia (Somniosus microcephalus).
  • Tollo raspa (Etmopterus princeps).
Se da la casualidad que dos de ellos ocupan el primer y segundo puesto en la clasificación de tiburones que viven a mayor profundidad: hasta 4500 m el tollo raspa y casi 3700 m la pailona.

Hemos añadido tres artículos al apartado de claves de identificación, uno dedicado a los marrajos ("Claves de la familia Lamnidae (marrajos)"), otro a las cornudas o tiburones martillo ("Cabezas de martillo (fam. Sphyrnidae)") y el tercero a los zorros marinos ("Colas de zorro (fam. Alopiidae)"). Y también hablamos de un grupo de pequeños tiburones de fondo tan fascinantes como difíciles de identificar, los pejegatos ("Apristurus en Galicia"), aprovechando la reciente publicación de un trabajo sobre la presencia de tres especies en nuestras aguas.

Si de taxonomía hablamos mucho, de cuestiones relacionadas con la biología este año nos hemos quedado un poco cortos. Empezamos la serie dedicada al sistema sensorial ("Los sentidos I: El cerebro" y "Los sentidos II: Olfato y gusto"), que esperamos terminar a lo largo de este 2015, y recogimos las sorprendentes conclusiones de un trabajo sobre la biología reproductiva del tiburón blanco, que concluía que estos animales podían llegar a vivir más de 70 años ("Edad y tasa de crecimiento del tiburón blanco"). Relacionado con lo anterior, también hablamos del extraordinario caso de un ectoparásito aficionado a ciertas especies de aguas profundas ("Anelasma, el percebe parásito") y de qué manera es capaz de mermar su capacidad reproductiva.

El conocimiento y actitud de los hombres hacia los tiburones a lo largo de la Historia es importante, no solo en si mismo, sino para comprender los problemas del presente y evaluar con más exactitud su situación actual. De ahí que demos tanta importancia al apartado de Archivo y Documentación. Este año nos hemos ido directamente a las fuentes, empezando nada menos que por el padre de las Ciencias de la Naturaleza, Aristóteles ("Los tiburones según Aristóteles (I)", "Los tiburones según Aristóteles (II)"), y siguiendo con Plinio el Viejo ("Los tiburones según Plinio"). Acercándonos ya a nuestros días, recogimos un pequeño reportaje publicado a principios del siglo pasado en una revista ilustrada nacional en el que podemos comprobar con qué ecuanimidad se habla de estos animales ("La vida de los tiburones (1905)"), aun siendo conscientes de su peligrosidad y, en consecuencia, de la conveniencia de idear artilugios con que defenderse de ellos cuando se está bajo el agua ("La espada antitiburones"). En "Vieja noticia sobre un nuevo tiburón duende", publicamos un delicioso artículo de 1910 que daba cuenta del descubrimiento de lo que se creía una nueva especie de tiburón duende, el Scapanorhynchus jordani. Sobre la presencia de tiburones en Galicia, en "Un ataque, una persecución y una pesca" reproducimos tres protestas de mar de principios del XIX que hablan, justamente, de un ataque, de un tiburón que va detrás de un buque y de la pesca de mielga en Pontevedra. Los tres textos pertenecen a la colección Blanco-Cicerón y fueron amablemente cedidos por Jorge Cicerón.

Por último, para completar el año, dos artículos que no terminan de encajar en ninguno de los apartados anteriores. El primero habla de como era la Tierra (y los tiburones) en el Carbonífero, hace 350 millones de años ("Una cápsula-huevo del Carbonífero y una guardería"). El segundo se refiere al presente más actual y puntual, se titula "Una cría de tintorera en Corrubedo", y trata pues de eso, de una cría de tintorera que fotografié en agosto de 2014 en una playa de Corrubedo. Sorprendentemente, ha sido el artículo más visto y exitoso de todos cuantos he publicado hasta el momento: en pocas semanas se metió el noveno puesto de Entradas más populares (ahora mismo lleva más de 2500 vistas).

Pero lo más extraordinario y reconfortante de todo es que hemos superado con creces las 200 000 visitas. Cada vez sois más los que os pasáis por aquí, os suscribís al canal de Youtube, e incluso os animáis a participar (tenemos más de 800 seguidores en Facebook y 69 en Google +).

Así pues, muchísimas gracias por vuestro apoyo y confianza. Y que el 2015 nos sea propicio y venga cargado de cosas buenas y bellas.

Marrajo (Isurus oxyrinchus). Foto: Antón Parada.

AGRADECIMIENTOS: Como viene siendo tradicional, no puedo cerrar este resumen sin siquiera una breve nota de agradecimiento a todas aquellas personas y grupos que desinteresadamente han ayudado a que este blog sea mejor y de más calidad. Agradecer las fotos cedidas por la CEMMA, la SGHN (y Juan Ignacio), Tucho Parada, Jacobo Alonso, Pedro Niny Duarte, George T. Probst, Matt Wallace, Alex Mustard, Antonio Punzón, Joe Romeiro, Remo Sabatini, Juan Gabriel Mata, Gorka Ocio, José Torre Busto y José Luis Rodríguez Muñiz, y los que me dejo; las fotos, información y aliento del maestro Rafael Bañón y de Gonzalo Mucientes, dos grandes; mi agradecimiento también a Jorge Cicerón por la transcripción y envío de los tres textos de la Colección Blanco-Cicerón, y a Nathan Thornburgh, editor de la revista Roads & Kingdoms y a Marco Ferrarese, el autor, por su autorización para la traducción y publicación del artículo "Bloothbath at the Bentota Fish Market" y de algunas de las fotografías de Kit Yeng Chan que lo acompañan.